Adoro cuando pequeños detalles que habían quedado sepultados sobre cosas más llamativos emergen de mi memoria, como cuando te llevan haciendo demasiado tiempo aguadillas y sales como un poseso en busca de aire.
"-¿Nos vamos a quedar así mucho?
-Vamos a quedarnos así toda la vida... Toda la vida no, que mañana tengo que ir al estudio. Pero si te quedas así para cuando vuelva, vengo y me pongo en el huequecito".
Siempre el deje, el medio pasito atrás. Pero con un pie adelantado, y con postura de no salir huyendo. Al menos durante un ratito más.
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Hace un rato me dio un bajón de esos con los que te tropiezas y de lo profundo que caes casi parece que has llegado a otro mundo. Y me puse a pensar en aquella vez en la que fui a su casa, muy, muy poquito antes del final, y me dejó sola en su habitación, durante unos minutos que parecieron siglos e instantes al mismo tiempo. Recordé cómo en el recuerdo me puse a recordar todos los instantes que pude arrebatarle a mi cabeza y que se habían sucedido sin descanso durante aquellos dos años. Era su habitación, y yo casi había vivido allí durante un tiempo. Y vi todas mis paridas desperdigadas por sus estanterías, y algo se me murió dentro ante la idea de no volver a pisar aquel lugar. O peor aún, de pisarlo viendo las fotos de otra sobre la repisa.
Esa misma sensación de muerte clínica me cayó hoy encima sin que pudiera evitarlo. Sin venir a cuento ni a fábula. Pero ahí estaba, y no sabía muy bien cómo deshacerme de ella. Así que la dejé pasar, sin más, rindiéndome al dolor y al miedo durante un atardecer. Y cuando salí de allí, con la respiración entrecortada y los ojos anegados en lágrimas, supe, por enésima vez, lo que quería; no volver allí nunca.
Es curioso, porque nunca supe lo que quería.
Hasta que lo perdí.
"Hay dos cosas necesarias para conseguirlo; creer y la oportunidad. Y tienes que creer, porque la oportunidad es una puta".
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