Hoy hablando con Ale la he contado cuantísimo ha cambiado todo, sobre todo en referencia a mí. Le he hablado de cómo era antes, de muchas de las cosas que hacía, dejaba de hacer, o de todos los problemas que creaba yo sola.
La epifanía no fue inmediata. Al principio sólo pensé... Pues bueno. Me alegré de no ser ya así. De haber sido capaz de verme en perspectiva y de tener la suficiente voluntad como para plantarme antes de que fuera demasiado tarde.
Pero después... Fue llegando a mi mente, despacio. Él había estado ahí todo ese tiempo. Todo el jodido tiempo en el que había sido insoportable, una cría mimada, una tiquismiquis y una egoísta... Él había estado a mi lado. Todo el tiempo.
Le obligué a ponerme por delante del grupo, de sus amigos, le puse los cuernos, la jodí hasta el punto de hacerle creer que no íbamos a ningún lado, y él seguía ahí.
Porque el hecho de que tenga un miedo absoluto e irracional a no ser querida, a no merecer la pena no tiene nada que ver con él, pero se lo apliqué, y de ahí esa "necesidad" de que me tuviera por delante de todo, de ser siempre yo, y que a la mínima pareciera el fin del mundo. Pero él seguía ahí.
Joder, qué llena me he sentido. Eufórica, pletórica, fuera de mí. No cabía entre las paredes del mundo, coño.
No hay vuelta de hoja, está loco por mí. Tiene que estarlo, si se ha tragado toda esa mierda, y aún sigue aquí, libre, sin ninguna razón, nombre, o adjetivo, sencillamente porque es lo que quiere. Seguir al lado de esa gilipollas que parece que está intentando mandar lo mejor que ha tenido en la vida a la mierda.
Espero que la tonta del culo esa se haya dado cuenta a tiempo.
Porque ahora lo único equiparable al fin del mundo es cuando la besa.
Y no hay nada comparable a eso.
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