jueves, 18 de diciembre de 2014

Día noventa y nueve sin él.

Apareció a las nueve por la puerta. Y a las nueve y cinco estaba en mi cama, diciendo que hacía frío, y achuchándose a mí. 
Besos. Muchos, Abrazos y sonrisas casi más. Y después a dormir.
Hasta que la mano suave del fin llegó en forma de telefonazo. Y ahí estaban sus brazos, ofreciéndome un lugar seguro. 
Inconsciencia con olor a él. 
Y después a chincharle. Por aquí, por allá... Darme cuenta de que no era él, sino su otra personalidad. Adorarle aún más. 
A dormir otro poco. 
Y peleas de almohadas, y guerras de cosquillas, y saltos en la cama para despertarle. Pedorretas, la habitación bañada en oro del sol y un revoltijo de sábanas entre nuestras carcajadas.
Despacio, su mano, tocándome. ¿Y la ropa? ¿Y el sentido, la lógica, la razón? Pues tomar por culo todas mientras se tomaba su tiempo en mis barrios bajos.
Fuerte. Muy fuerte. Tanto que pensé que me rompía, y quería que me rompiese. 
Después suave, en la cama. Tan dulce... Abrazo, sonrisa con hoyuelos, mirada a través del filtro de haberle tenido dentro.
Comer. Y el viaje de Chihiro en mi sofá, en sus brazos, con la mantita.
Y entonces... La penúltima carta para Charlie.
"A mí me gusta más cuando tú me lees".
Entre sollozos y voces ahogadas, ese párrafo "porque le amo, le amo, ¡le amo!", y en realidad todos los demás, porque era una yo tan pura que no sé si volvería a encontrarme de nuevo.
Acabar, y mirarle, incapaz de no esperar algo que sabía que no iba a venir, al menos esta tarde. 
"No llores, princesa".
Cómo no iba a llorar. Nada había cambiado. Seguía sin sentir eso por mí. A la larga se marcharía. O lo que es peor, a la corta. Y cómo sobrevivía yo eso. Que me lo explicara alguien porque sólo de pensarlo, incluso en sus brazos, todo lo que podía sentir era aquel devastador agujero por dentro devorándome las entrañas.
"Ya te dije que no tiene nada que ver contigo, que me siento así respecto a todo. Que no estoy preparado para ponerle nombre, y que cuando llegue el momento lo haré, o no si no llega, pero estoy haciendo lo que me apetece, lo que me sales, ¿sabes? Y me gusta estar contigo, dormir contigo, escapare de la composición para estar contigo, quedar contigo, besarte... No llores princesa, no te estoy dejando".
*I'm not leaving...*
El no eres tú, soy yo, nunca me ha sonado demasiado bien. No digo que no fuera cierto, digo que no me da ningún consuelo. 
A diferencia de sus palabras.
"Siento haberte presionado, no quería hacerlo. Es sólo que... A veces es tan duro...".
"Eh, mírame, ¿ves algún signo de que vaya a marcharme?"
"No..."
"Pues ya está" *Sonrisa de ésas que enamoran*.
Un achuchón. "Vete, tienes que irte". Su risa suave en mi oreja. "Vete, tienes que irte" imitando mi abrazo de oso que era totalmente opuesto a mis palabras.
Un beso, en la puerta. Una sonrisa, bonita como ella sola. Otro abrazo, Otro beso. La promesa de un mañana.
Y cuando se marchó, tiempo para pensar.
No es cierto, las cosas sí que habían cambiado. No habían acabado, que es distinto. Había pasado de la nada a esa parrafada. Había pasado de él echándome a él buscándome. 
Es cierto que tengo muchísimo por perder. Es cierto que aún no has vuelto. Pero también es cierto que no estamos donde acabó. Y lo más cierto de todo es la cantidad de cosas que tengo por ganar. Que tenemos por ganar. Que estoy aterrorizada, pero por primera vez, también sinceramente esperanzada. Que me siento fuerte, capaz de hacer que tengas ganas de volver. Y lo conseguiré, aunque me cueste todo. 
Las sábanas huelen a ti. 

Vuelve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario