domingo, 30 de noviembre de 2014

Día ochenta y uno sin él.

El viernes empezó con una llamada. Una llamada que decía "¿Te acuerdas de que habíamos quedado hoy, quedado de verdad? Pues bien, ya no, porque compongo". Dicho más bonito, más suave, menos bestia, pero el significado era inamovible. Y yo me revolví y me hundí, como si tuviera cinco o seis años, y el corazón roto entre los dedos.
Y aunque vaya camino de los veinte, el corazón se encontraba definitivamente en ese estado.
Pero como todo esto va de crecer, y de aprender a ver las cosas, vi que no era justo. Ni lo que él hacía, ni tampoco lo que hacía yo. Que era una putada que me plantara así, pero que tenían una fecha cerrada y poco tiempo, por no decir nada. Y no dolía menos, pero sabía que no podía dejar las cosas así. Y vomité todo esto en una nota de audio del baño del centro de salud de Galapagar. Y en realidad me sentí algo mejor. Y cuando vi su "lo siento..." definitivamente ya podía sonreír. Un poco.
Aquella tarde fui con intención de gimnasio. Y de repente estábamos perdidos en su cama, riéndonos, con HOTD, tan dulces y moñas que estábamos a punto de desbancar a Disney. A punto, os digo.
Me dijo que había tenido una pesadilla. Le dije que me contara, y me contestó que yo moría. Le pedí detalles y rehusó, pero su cara tenía un deje real de angustia cuando remarcó que aquellas eran sus pesadillas. Me llegó muy dentro, he de admitirlo. Mucho. Mis malos sueños también tienen que ver siempre con perderle.
Y luego me marché, con Car, de compras, y conseguí un vestido para enamorar, y otro... Para levantar a un muerto, podría decirse.
Y por la noche no bajé a su casa, como había pensado, pero estaba tan cansada que quedamos en su cabeza para esa madrugada, y me fui a dormir.
Al día siguiente un mensaje "vale, quedamos en mi cabeza, pero no mueras :c". Y una sonrisa no más abrir los párpados.
Y entonces, mis chicas. Y spaguetti carbonara, y algún piti. Él desaparecido en combate. Y empezar a hablar, y a hablar... Y ya no poder parar. Cómo las echaba de menos. Así, no de fiesta, sino sólo nosotras, en el sofá, con turrón de Oreo y sin ningún tipo de tapujos. Y de repente, ¡joder, las seis!
Y de vuelta a casa, con un par de frases suyas que plasmaban su nivel de saturación.
Llegar a casa y todo en silencio. Bakuman, y a morir mucho de amor. Pero mucho, ¿eh? Y que si sale, si no se sale. Él desaparecido en combate.
Y al final una mano, un atisbo. Una llamada "que no salgo, pero voy a ir casa de Pato. Puedes venirte, si quieres. Me da igual. Quiero decir, que no me importaría estar solo, pero tampoco me importa si vienes. Qué mal me expreso, no lo digo en plan mal".
Y el corazón partidito en dos otra vez. Que sí, que no va en plan mal, pero que prefiero que me odies a que esté ahí sin que te importe.
Bajar a su casa, congelada y con un piti en la mano. Entrar, y un beso. Hasta su habitación. Que una vez allí, y sin mediar palabra, comenzara a quitarme la ropa; primero la mochila, luego los cascos, luego el abrigo, luego los zapatos. Que abriese su cama y me llevase hasta ella. Que una vez dentro, me tapase hasta la naricita y me abrazase tan fuerte que parecía que iba a desaparecer entre sus brazos. "Tienes que entrar en calor". Joder. Pero cómo podía ser tan tierno. Cómo podía darle igual y ser tan jodidamente tierno. "No hay un sitio mejor en el mundo, ¿eh?" "No... No lo hay". Y así, achuchaditos, hasta que entré en calor.
"Oye, ¿te ape mucho ir a casa de Pato?" "Que no, que no vamos". "A ver, es que tampoco es eso, si te ape vamos, sabes, que no quiero... Molestar, y eso". "Que no vamos y ya".
Y aych.
Entonces fue cuando me separé de él y le miré "no puedo quedarme si te es indiferente que esté aquí". "Tú no vas a ninguna parte". "¿Te da igual que me marche?" "No".
Sonreí y me recosté contra él, porque la única premisa no contraria a "no quiero que te marches" es "quiero que te quedes". Y eso era lo que yo quería, quedarme. Estaba bien saber que teníamos objetivos conjuntos.
"-Eres mi sitio favorito en el mundo, que lo sepas.
-¿Tu sitio favorito..?
-Sí, y mi estación favorita. Porque haces mi temperatura ideal, y hueles como a mí me gusta.
-Soy muchas cosas favoritas...
-Eres mi cosa preferida.
-Ah, ¿ahora soy una cosa?
-Vale, no.  Eres mi persona prefe en el mundo".
Silencio.
"-¿Te incomoda que te diga estas cosas..?
-No.
-Vale".
Y más achuchones, y más besos. Y la nena, y su grabación super chachi. Y ¡mira que foto tan bonita! Y... ¿Fotos? Porfa, porfa. Y fotos, tan nuestras como lo más nuestro de nosotros mismos. Preciosas. Tan adorables como el cap más pasteloso de Bakuman. Y a la vez, tan guays como la cacería más guay de Gantz. Nosotros. Sin más.
"Vamos a ver The Walinkg Dead" ¿En serio la vida? ¿Había algún concurso para ver la peor serie americana en emisión? No quiso decirme por qué quería verla, pero menos mal que conseguí que aquello no fuera a mayores.
Le dije que si quería que le leyese. Me dijo que sí. Así que.. ¡Here we go, cap 19! Era más durillo de lo que recordaba. Sobre todo el final. Pero luego era dulce. Y jasioso. Y conseguí hacérselo ver. Aunque no fuera capaz de sacarle nada sobre los caps, sí que veía cómo le jodían algunas cosas, y no me gustaba. Porque no era el propósito de aquello. Y porque si eso le hacía sentirse mal, lo que venía después...
Bajamos a por un colacao y galletas, en compañía de Agallas, el perro cobarde. En el sofá, el se tumbó detrás mía, y a veces notaba cómo ponía la cabeza detrás de mi espalda y me achuchaba mucho y muy fuerte. Y me moría tanto de amor, que no sabía cómo no había alguna externalización de todo eso.
Y luego "a dormir". "¿A dormir? ¿Ya?". "Sí." Lo cierto es que fue un poquito seco, y me dio miedo que quisiera dormir sólo para no tener que... No sé, verme, aguantarme más. No sé si son miedos infundados, infantiles o estúpidos, pero ahí estaban. Y costaba desterrarlos.
Pero charlamos. Y fue dulce. Casi tanto como los achuchones. "Me gusta mucho cuando... Me achuchas, como antes viendo Agallas. Pero.. A veces no puedo evitar... ¿Lo haces porque te apetece?" "No, si te parece". "Es que a veces no puedo evitar pensar que... Al leer el blog te sientes culpable y lo haces por eso o algo así". "NO". "O... Como Adolfo, por costum..." "NO". "Vale, vale, jajajajaja".
Y esa risa tan de verdad. Y sus manos a mi al rededor, apretándome mucho contra él. Y al final, el sueño, deslizándose sobre ambos, los párpados que pesaban, y una última noción de su olor antes de caer sin remedio.
Cuando sonó el despertador, estuve a punto de mandarlo todo a la mierda y perderme en sus sábanas, pero sabía que tenía que irme, así que le achuché un poco y me marché.
Recuerdo que le recé el verso de aquella canción de Axl: "he rebuscado por todo el universo y me encontré en sus ojos".

jueves, 27 de noviembre de 2014

Día setenta y ocho sin él.

El lunes fui a buscarle a guitarra, tras un día largo de narices. Estaba entusiasmado, aunque la clase hubiera sido un poco mierda. Yo me entusiasmé cuando supe que aquella tarde no componía. Más aún viendo Bakuman con él. Sintiéndole y sintiéndome.
El martes fuimos al gimnasio. Y ¡oh! Tampoco componía. Y estaba tan cachonda que ni siquiera importó realmente que estuviera desangrándome de mala manera. Y ahí estaba otra vez, "quédate a dormir". Y la penitencia por dentro al saber que no podía decirle sino que no, por mucho que me reventara todos los procesos vitales. Y bailando "My Sharona" en vinilo, le hice sonreír tan, tan bonito, que casi parecía mi sonrisa.
El miércoles amanecí, y estaba en su casa. "Buenas noches". Cuando desperté, estaba a mi lado. Y cuando volví a despertar, ahí seguía. Y cuando tuve que marcharme, a penas sí podía entre sus "no te vayaaaas, no te vayaaaas" susurrados con cara de dormidito y sus manos al rededor de mi pierna. Adoraba verle dormir, y ver cómo me sonreía al abrir el ojillo. Le adoraba. Por la tarde fui a buscarle a guitarra, con un chocolate caliente en la mano, y muchas ganas de besarle. Y luego Bakuman. Y de risas "¿quieres ir a cenar?" Cómo decir que no. Y frikerías y mimitos en el Burguer. Y miradas tan dulces desde el quicio de la escalera que pensé que Willy Wonka aparecería para pedirnos derechos de chocolate.
Hoy, en mi casa, en mi cama. Parpadear, y nada. Parpadear, y él. Mío.  Conmigo. Ese sueño horrible, llamas, rubias, él, lejos. Despertar, y que estuviera ahí para fundirme con él. Su sonrisita dormida cuando le arrascaba y ni siquiera estaba despierto del todo. Su música de cocina. Sus besos, suaves, de dentro.
"-No deberías tener esos sueños.
-Tengo miedo, supongo que es lo que hay. 
-¿Tienes miedo del sueño?
-No del sueño en concreto, del incendio y todo eso.
-¿Entonces?
-De que te marches, sí.
-Pues no deberías, idiota".
Volver de enfermerizar con niños, mientras escuchaba "thinking out loud", y llorar, mientras dejaba que el sentimiento de esperanza me llenase hasta las puntas de los pies. 
"¿Puedo hipotéticamente interceptarte para darte un beso e irme con una sonrisita a dormir?"
Sin la hipótesis, él no pensó que fuera una pesada. Me besó entre sonrisas. Me rebañó un último beso. Y otro último beso. Y sonrió otra vez.
Y lo prometido es deuda, me voy a dormir con esa sonrisa y su olor en mis sábanas.

Vuelve...

domingo, 23 de noviembre de 2014

Las conversaciones empiezan a recordarme a mis últimas lecturas en tuenti.

"-Ehm eso qué significa xDDDDDDDDDDDDDDDDd
-¿Un gatucornio? Imagina xD
-Es que son muchas posibilidades hahahahahhaha
-Caro. Por que no hay palabras"

"-Descansa pequeña <3
-Buenas noches cielo<3
-Buenas noches :3"

Ay dios...

Día setenta y cuatro sin él.

Sé que no debería hacer esto- dejar de escribir regularmente y entregarme con desenfreno- pero ya sabéis, la vida.
El martes fui a buscarle a guitarra. Dulce. Suave. Feliz. 
El miércoles le sorprendí con un traje de enfermera y poco más. Y él me sorprendió mandándolo todo a tomar por el culo por mi piel. En su piel. Con visitas extraviadas. Y después un poco de merienda. En su boca. Y de estar tan perdidos en su cama que parecía un mundo nuevo e inexplorado. Como nosotros. Porque redescubrirse es el término más amplio que se me ocurre, pero no le llega ni a los pies a donde estamos. Y luego la cena en el Tommy Meal's. Ese paseo tan tonto y tan listo, como aquellos tiempos en los que venía a buscarme de baloncesto, y eran los cinco minutos que pasaba cogida de su mano. Aquella noche fueron veinte. Y cinco después, de camino a casa. Y fue su mano la que llamó por radio patio a la mía. Y la mía me preguntó si podíamos pegarnos con superglue a aquellos callos que nos tocaban tan bonito.
El jueves se me cayó el mundo encima, y tenía pinta de aplastarme como a una hormiguita pequeña e insignificante. Pero porque no contaba con él. Y de ahí que me llegara el cuádruple de dentro cuando me salvó. "Tú lo que necesitas es un achuchón, y una peli". No sé si voy a poder resistirme a la idea de que cuento con él la próxima vez, pero es que por muy duro que pelee contra ella, me está poniendo las cosas muy difíciles... Lo cual no es sino todo lo que podría desear. Así que empezamos High school of the death, y decidimos que la veríamos juntos. Y me pidió que buscara la letra de nuestra canción, para empezar a componerla bien. Y ese interés... Pues bueno, decir que me dieron ganas de llorar es quedarse increíblemente corto. 
El viernes brotaron del suelo un gimnasio y un plan. Los dos en una cita cuádruple con nosotros. Después del gimnasio, no quería que me fuera. Ducha en su casa, sus calzoncillos y una camiseta para ir en busca de los mangas 35 y 36. "-¿Has quedado esta noche? -Sí, ¿y qué? -Nada, que pensé que íbamos a ir por ahí. -Quedar con éstos significa a partir de las doce o la una. Quiero cenar contigo". Y medio a derretir al Vips de Gran Vía, con la guapa de Madrid a nuestros pies. y una sonrisa de flores en nuestros ojos. Risas, besos, abrazos. Y paseos de la mano mientras las luces de la ciudad nos brillaban en el pelo y en las pestañas. Una vez en su casa, mimitos y otro cap de HSOD. Y cuando me llevó a casa, su sonrisa era tan tenue, y tan de verdad...
El sábado fue un día horrible. Y de repente, su enfado me estallaba en las manos. Pero vio mi maquillaje extendido por toda la cara, y ya sólo era mi lugar seguro, sus brazos abiertos de par en par para mí. Sólo por mí y para mí. Y dios, juro que no pude quererle más de lo que lo hice en aquel momento. Después una de las grandes, Pulp Fiction, en sus brazos. Y ¡ups!, se nos coló un pey. Y una frase "nunca pensé que una chica tan sexy estaría fumándose un peta en mi ventana, ni que se quedaría a dormir después". Y más Pulp Fiction, entre sus brazos, sus besos y risas. Y a desayunar con cara de zombie. Y a dormir. Y a despertar de esa horrible pesadilla. "-¿Puedo achucharte? -Ven aquí, choncha." Y respirar, respirarle a más no poder, para ver si de una vez el aire entendía que iba en segundo lugar en mi lista de prioridades. Y despertarme, con él, sobre él, al lado suya. A su lado.  Unos legins, su mano, la mía, un gofre, y al Rastro, que para algo es domingo. Andar para arriba, andar para abajo. Risas, besos... Alguna que otra mirada, que me hacía pensar sin poder yo evitarlo en absoluto que aquello era bueno, buenísimo, incluso mejor que lo mejor que ha habido... El principio. Más tarde a comer, a nuestro restaurante, el super japo, que ya ha desbancado definitivamente al Tommy Meal's. Y encima, en nuestra mesa. Guerras de palillos, historias imposibles, y a escoger lo más raro de la carta. Y yo, loca por sus locuras, sin saber muy bien dónde acabaríamos... Lo cual terminó siendo en el Otaku, en un intento por conseguir el manga 37, pero claro, un domingo a las cuatro menos cuarto de la tarde... Así que a casita, Casi dormiditos el uno encima del otro. 
Y una vez en mi portal... Suave, como un río fluyendo. Pero imparable también. Las caricias, las sonrisas, los besitos de esquimal. Allí, conmigo, realmente. 
Y me da igual un palabro que otro, porque realmente siento que está empezando a volver.
Termina de hacerlo.

Vuelve.

lunes, 17 de noviembre de 2014

No pienso dejar que la paranoia acabe conmigo.
Pero estoy asustada. Tengo mucho miedo. 
Y no sé muy bien cómo hacerle frente, porque son miedos bien justificados.
Dame un "sí".

Día sesenta y ocho sin él.

Hoy todo parecía deslizarse. Y más que parecerlo, lo hacía. Suave, dulce. Su mirada, su boca, sus manos. Su comprensión. Su empatía.
Y el mundo era un poco menos oscuro.
Y después, las moñadas absolutas, su cama, escenario de casi todo, que si enfado por aquí, que si morritos por allá.. "Quédate a dormir". Ay dios...
Y luego el blog. Sabía lo que había, y lo que tocaba. Sabía que iba a ser duro, pero también que podía salir mejor estando yo allí. Y eso hice. Estar.
Me llegó aquello de "nadie me ha dicho nunca algo tan bonito" con la entrada de defectos que no lo son tanto.
Y luego... El terror. La parálisis. Revivir aquello que dolía tanto. Esperar sin poder evitarlo un "ahora creo en nosotros" que no llegaba.
Ni ha llegado. 
Y yo, cobarde, guardando la pregunta en mis labios. 
"Estoy siguiendo el consejo que me diste. Hacer lo que me apeteciese cuando me apeteciera. Y por eso estamos tú y yo aquí, sentados y abrazados".
El miedo se diluye pero no desaparece. La congoja sigue rumiando en mi pecho. Su cara taciturna encubierta no puede esconderse a mí, y la inquietud galopa en crescendo.
"No te rayes, porque no hay nada por lo que rayarse".
Confío en él. Incluso ahora, frente a todo.
El peor trago ha pasado. Sólo queda seguir adelante, y... Hacia arriba, con un poco de suerte.
Esto ha servido para bajarme los pies a la tierra. Recordarme que, por mucho que las cosas vayan mejor, no hay nada hecho, que queda todo por ganar, pero que aún existe la posibilidad de perder. No puedo acomodarme. Ahora menos que nunca. Ahora tengo que apostar el todo por el todo y rezar. 
A qué, ni idea, pero estoy en ello. 
Mientras, seguir currando, como si me fuera la vida en ello.
Oh, vaya.

Vuelve.



domingo, 16 de noviembre de 2014

"-¿Te quieres?
-Bueno, sí. Un poquito.
-Pues yo te quiero por los dos. Mira, ¡todo esto!"

"-Yo soy tu pez. Y tú mi agua. Me ayudas a nadar, a respirar, a comer. ¡Y no doy las gracias por eso!"

"-Yo soy Flounder, tú la sirenita".

Esperanza que crece como la espuma. Mar, no me falles.

Vuelve.

Día sesenta y siete sin él.

Este finde ha dado tanto de sí, que no sé ni por dónde empezar. 
Podría intentarlo por el principio.
Comenzó con síes. Síes por aquí, síes por allá.. "¿Puedes venir a buscarme a casa para ir al gimnasio?" "Sí". "¿Quieres venir a una cita conmigo?" "Sí".
¿Quieres quedarte toda la vida aquí...? *Sin respuesta confirmada*
Quedó genial. No al nivel de HIMYM, pero claro, al fin y al cabo eso es una serie, con guionistas, efectos, y personal a tutiplén. Pero la exposición de Gantz, el karaoke de Moulin Rouge, la pelea piñatil, y el hechizo con "Faraway vol.2"... Todo, todo quedó clavado. La exposición le sorprendió, el karaoke le enamoró, la pelea le hizo gracia... Y en la oferta de la carta, me miró a los ojos y dijo "sí".
Fui a su casa con él, y resultó tan dulce... Ver, vídeos, reírse. Con él. Sin más.
Por la noche no podía mantener lo ojos abiertos. Así que "vimos" la película, y nos dormimos. Lo último que difusamente recuerdo son sus manos a mi alrededor, y un susurro que no llegué a entender. Y la sensación que me llenó es la que quiero que me acompañe todas las noches antes de cerrar los ojos.
Al despertarme me marché, y me vine a casa. Pasé el día haciendo malabares para pasar la noche con él, y al final el universo se puso un poco de mi parte. Y fui a su casa. Y estaba ta dulce..
"Me has tenido media hora esperando en la lluvia, te odio". "Pero nu me odies...".
Después vinieron los besos. Y las caricias. "Qué pasa, ¿estás cachonda?" "Sí, pero también muy moñas. Hoy no frungiría, hoy te haría el amor". 
Y de repente ahí estaba su boca. Y no sé si alguna vez en estos dos años y pico me ha besado así. O me ha tocado así. Tan lento, tan dulce, pero tan fuerte, como si... Buscara sentirme, notarme... Quererme. Tan, tan dulce... Juro que nunca me había tocado así. Nunca me había hecho sentir así. Y luego en la cama... De verdad que yo.. No pude, ni siquiera evitar el par de lágrimas que cayeron sobre mis mejillas. Nunca. Tanto. Como le amé, ayer en aquella cama a cuadros naranjitas. Y cómo no pude evitar que pensar que él también lo hacía, volvía a hacerlo, empezaba a hacerlo... Si no, no me explico esas miradas. 
Y encima no pudo evitarlo. Y me encantó.
Y después esas sonrisas... Esas caricias.. Esa complicidad. Esa telepatía. 
A cenar a nuestro (probablemente) nuevo restaurante, con los palillos, por aquí, por allí, charlando, riendo.
"Ven a dormir a mi casa. Y mañana nos levantaaaamos, tarde, con un colacao. Y dormimos achuchaditos... Venga, venga, ven a mi casa a dormir".
Y decir que no a eso... Creo que es una de las cosas que más me ha costado nunca. Hasta que volvió a pedírmelo, y fue ésa la vez más difícil. Y la siguiente. Y la siguiente. Y más aún al morir de aquella manera de amor viendo cómo insistía e insistía. 
Argüelles no estuvo mal. Buen rollito, y luego, se vino conmigo. Y no pude decir que no a ese colacao, aunque fueran las cuatro en vez de las doce, y luego tuviera que marcharme en vez de perderme en sus brazos. 
Y luego, la vuelta a casa. Besos, y caperucitas verdes. "¿No va a haber despedida larga..? Jo". Y ese pucherito. Cómo le voy a decir yo que no. 
La sensación de que su última sonrisa fue real. De que en el último beso quería otro. De que, sin saber muy bien qué había pasado, algo había cambiado. Eso fue lo que me llevé conmigo. Y este domingo no sabe a vacío o gris. Sabe a esperanza. Y ya casi había olvidado a qué sabe eso.

Vuelve..

jueves, 13 de noviembre de 2014

Día sesenta y seis sin él.

Ayer estaba tan conmigo que parecía que había vuelto. Sin ni un pero, aunque con alguna pera. Increíble.
Hoy, no me contesta desde las diez de la mañana en ninguna parte. Y yo no quiero atosigar. O eso me digo a mí misma. Pero lo cierto es que no me queda mucho para explotar. ¿Tan ocupado está que ni cinco minutos? ¿En serio? ¿Putos cinco minutos en todo el día?
No sé ni a dónde agarrarme ya entre tanto bamboleo emocional. Unos días tanto que dentro, y otros tan poco que parece que estamos en universos paralelos, ni siquiera secantes.
Y de repente.. Aparece. Y te das cuenta de que lo único que te hace falta es la seguridad de que está ahí, que el miedo es el que hace todo esto. 
Y te sientes estúpida, pero estúpida de verdad. A rabiar. Pero ya no es rabia lo que te llena, aunque sí que le ahogarías un poco por el mal trago. Te llena un pequeño suspiro, que te da margen de respiración, al menos durante unos segundos.
Y la noche brilla un poco dentro de su oscuridad.
Y ya no da tanto miedo cerra los ojos.. Porque quieres volver a abrirlos.

martes, 11 de noviembre de 2014

Día sesenta y cuatro sin él.

"¿Puedo ir a buscarte a guitarra?
Sí."
Un beso, con el pelirrojo de fondo. Un beso de esos que llegan al alma. Y más dentro aún.
Un viaje en metro puede dar para mucho. Para tanto que de repente haya una cocina, y colacao, y cereales de chocolate que saben a estar mucho, mucho más arriba que las nubes.
"¿Me das cuatro minutos cincuenta y dos segundos?
Sí.
Vale, ¡corre, a tu cuarto!"
Subir, a la azotea privada de nuestra historia, bañada en una luz anaranjada, como si saliese de nuestra piel, un par de piedras preciosas reflejando la chispa que desprendían las pupilas. Y el pelirrojo otra vez de fondo "maybe we found love just where er are". Y vueltas, y más vueltas. De frente, de espaldas, nariz con nariz, mejilla con mejilla, mano con cintura, sonrisa con sonrisa. Beso con boca... Y con ojos, y con frente, y con él. Con sabor a colacao.
Siempre con él.
Sus ojos con el último acorde... Decían mucho. O eso vi yo. O eso quise ver yo. Pero a estas alturas, lo dudo, ¿qué sentido tendría engañarse a una misma?
Vivir el día a día ha quedado obsoleto. Vivir segundo a segundo, roce a roce. Así es como pretendo pasar los días que me queden con él.
Después, el miedo, las dudas, la soledad... Amigos ya de toda la vida. Pero que a veces visitan la UVI. E incluso los paliativos. Pero el hecho de que aún sigan aquí dice mucho. Por desgracia.
Pero también hay otras cosas que dicen mucho más:
"-Es sólo un mes, después podré quedar y eso.
-¿Dices que podré llamarte un viernes y que quedes conmigo, sin más?
-Sí".
Cuánto síes en una sola tarde. Y cómo los adoro. 
No piensa olvidarme para darse a la vida de guitarrista de vicio... 
Sé que era infantil, pero el miedo estaba ahí.

Ahora sólo vuelve.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Día sesenta y tres sin él.

El sábado tuvo sabor a domingo. Y el miedo trepaba un poquito por el pelo, metiéndose en el cerebro hasta que las ideas brotaban de lo que parecías ser tu misma.
Y de pronto... Todo caía, pero él estaba ahí. Con un "te quiero muchísimo" y un abrazo que podría haber hecho que el mundo se estremeciera. Y había gente, pero sólo estaba él. Y cuando me acosté a su lado, sólo podía cerrar los ojos y recordar la postura de sus manos sobre mi rostro y mis hombros.
El domingo se despertó, y se quedó conmigo, en contra de lo que debería haber hecho, Y fue tan dulce que las tres de la tarde aparecieron entre sonrisas en la cama. Y de pronto, todo quemaba, pero no importaba, porque su dolor era placentero.
Y a la noche siguiente... De nuevo aquí, como si nunca se hubiera marchado. Y Mulán diciéndonos que cuando algo te importa, no hay límites. Y yo sintiendo que ojalá él lo sintiera también. 
Un detalle, dos, tres, cuatro, cinco. Joder, ¡seis! Y siete, ocho, y nueve, y ¿me estoy volviendo loca o podría seguir contando? Sonrisas calladas, abrazos de la nada que ahogarían a un oso, besos metralleta y pétalo, todos juntos en una batidora de sentimientos.
Y yo en medio.
Con-ti-go.
Más tarde batidos y susurros. Y mi cama, oliendo a él más que a casi nada. Antoñito mirando la puerta, y preguntándome cuándo va a volver ese que se lleva las lágrimas y nos trae los labios.
No lo sé, renacuajo. Pero qué más da, mientras vuelva.

Vuelve.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Día sesenta y uno sin él.

Hace dos noches comprendí el significado de confianza.
Anoche comprendí que confiaba en él, al enfilar la cuesta a mi casa sabiendo que una chica le acompañaba en dirección contraria con vistas a su cama... Sin miedo. Segura de él. Sin saber muy bien por qué, porque precisamente estamos así porque no... Se siente igual, y de ahí los miedos, las inseguridades, y la distancia.
Y no sé por qué. Y no sé por qué él. Y no sé por qué ahora. Y no sé hasta cuándo, ni dónde, ni cómo.
Sólo sé que está.
Y que espero que se quede.

Mientras tú... Vuelve.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Día sesenta sin él.

Siempre creí que en algún momento fui capaz de confiar. Ahora no, pero de verdad pensaba que hubo algún periodo en el que realmente fui alguien capaz de dejarme caer esperando que otro alguien me cogiera.
Y entones es cuando caigo en la cuenta de que no. Que no, sin más. Y a lo mejor con algo de menos. Que la confianza es fea, y da asco, y yo no lo sabía. Que es como un animal moribundo empezando a pudrirse, a punto de saltarte a la garganta, y yo no tenía ni idea. Que duele, desgarra, y va haciendo que te exploten todos los vasos sanguíneos, simulando mini infartos a lo largo de todo tu cuerpo, y yo no era ni lejanamente consciente de todo esto.
Y si no conoces algo, es porque nunca lo has tenido. Y viceversa. Por eso le conozco. Y por eso no me conozco. Y me parece que no está bien eso de ser de tantas personas sin haber sido nunca mía. Y es una pena, porque seguro que nadie me hubiera querido como yo podría haberlo hecho.
Nunca habría imaginado que la confianza da asco. En serio. Te ves frente al espejo, apretando los puños, y todo lo que quieres es desaparecer, llevar a cabo un genocidio o un auto-homicidio, y a tomar por culo ya todo, que si la vida son dos días, ambos duelen, y el dolor es para valientes.
... Y yo siempre he sido una cobarde.
La confianza es horrible, y precisamente por haberla mirado a la cara, ahora sé que está conmigo. Sin avisar, se presentó la muy guarra, y ahí sigue apoltronada en el sofá. Esperándole. Y esperándome. Sabiendo que por mucho que le haga la cobra, soy suya desde hace días, desde que el miedo me engulló esa noche en la que se me olvidó hasta cómo respirar. Y mira que veo que me va a complicar la vida, pero es que los caracteres complicados son mi perdición.
Nunca pensé que llegaría así, haciéndome gritar. Pero ahora grito y me he dado cuenta de que no quiero parar. O que no sé, y sólo me engaño a mí misma, pero el caso es que me oyen hasta en Nueva Zelanda. Y quiero que me oigan(/s).
Se acabaron las ayudas para dormir, porque su voz resuena en mi cabeza; "con lo que yo te quiero...". Se acabaron las lágrimas, de diamante o carbón, se acabaron las peleas con una misma por ver un nuevo amanecer. Demasiado tiempo hace que soy de la zorra de la muerte, he encontrado a alguien que me mata más bonito.
La confianza es horrible. Y confío.
Confío en ti. 

Vuelve.



miércoles, 5 de noviembre de 2014

Día cincuenta y nueve sin él.

Ayer fue tan amargo y tan dulce que mi boca al final tenía un regusto salado.
Pero sus manos estaban ahí. De nuevo. Y de viejo. Y me miró de una manera que hizo el mundo un poco más soportable.
Hoy tuve miedo. La putipelirrosa no me deja del todo en paz. y  sé que es una chorrada, pero si hay algo que se me dé bien, estoy segura de que tiene que ver con la autolesión emocional. Pero después caí de bruces en sus brazos. Sin preverlo, sin buscarlo, pero no sin quererlo. Supongo que las estrellas fugaces te cumplen el deseo cuando a ellas les apetece, y no cuando a ti te viene bien.
"Yo no comparto a mi marinita. Es mía".
"-Mejor contigo que solo.
-Suena a que te quedas conmigo porque no tienes nada mejor.
-Qué mal me malinterpretas, joder".

Cuando queráis, señoritas brillantes. Aquí sigo esperando(le).

Vuelve.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Día cincuenta y siente sin él.

Sujetarte a ti misma para mantener las distancias, para dejar respirar... Y que de repente sea él el que ter suelte las riendas, y te deje correr libre, y tu libertad tenga una sola dirección.
Hay dudas, claro que sí. Y amenazas putipelirrosas.
Pero aún recuerdo sus palabras "claro, prometimos que iríamos a París antes de tres años".
Tres. Años.
¿A tan largo plazo nos ve corriendo?
No puedo evitar subir más rápido que el oxígeno, porque toda yo soy aire, sin límites, con el mundo a mis pies.
Ayer fue tan dulce como un beso callado en los ojos del siglo XVIII, de esos de Jane Austen.
Hoy pinta una tormenta de arañazos y besos de esos que se pegan al alma.

Siguen grandes las dudas, pero avanza un pequeño latido.

Vuelve. 

domingo, 2 de noviembre de 2014

Día cincuenta y cinco sin él.

Visitas esporádicas que se vuelven en sentimientos flotando en el aire, conciertos privados, y despedidas tan a la antigua usanza que parece que hemos vuelto al otoño de 2012. 
A ese otoño...
"No me siento igual".
"No lo sé".
Sé que parece estúpido, pero he pasado del "No siento" y el "No" a... Esto. Y por nimio que parezca, mi lucecita sigue encendida en el cielo, titilante y firme a un tiempo.

La sensación de que... Quiere verme. Sin más. Se está empezando a convertir en todo.
Chúpate esa, domingo. He encontrado a alguien que puede dar por culo a tu tristeza húmeda.

Karma, no me la devuelvas quitándomele.

Y tú... Deja de tener un pie en cada vida y vuelve.

sábado, 1 de noviembre de 2014

"Eres para mí
una maraña
de versos sin adulterar.

La longitud
de mi maldita
debilidad".

Día cincuenta y cuatro sin él.

"¡Me he follado a Axl Rose!"
Sonríes, y yo me pierdo en esa sonrisa. En tus besos de miniatura. En tus roces, cuando me sujetas en el bus.
Me pierdo cuando me lanzas una mirada dentro de un grupo de gente y tus rasgos se suavizan. 
"Oye, ¡qué es mi novia!" 
La vida se congela en lágrimas de incredulidad y esperanza.
Me pierdo otra vez. Sin remedio. Y sin sentirlo. Pero sintiéndote tan dentro que parece que mis tejidos están hechos de ti.
Y después en tu casa... Besos.Abrazos. Suave, pero tan demoledor como un terremoto.
Palabras mudas y de repente, ahí está. "Te quiero". Dos palabras de mierda. El primo feo de aquello a lo que aspiro. Y sin embargo, mi existencia boca abajo. O con su boca en mi abajo. O en el tuyo. Yo qué sé. Lo que sí sé es que en ese momento me has hecho llorar de felicidad. Con dos palabras. Con tus labios. Con tus brazos a mi alrededor. Dímelo siempre. 
"No te vayas. No, porfi, porfi, porfi, ¡quédate!".
Y meterme en líos grandes, enormes, renunciando al mundo al otro lado de la puerta por el universo debajo de tus sábanas. Contigo. Y sentir que gano más que un monje budista alcanzando el nirvana. Y que todo me importe una puta mierda, mientras sonríes victorioso porque no me he puesto los tacones.
Porque sonríes.
No bajas la guardia. Nunca. Pero el frío se retrae, a pasitos de guisante. Y entonces:
"Así. Para siempre"
¿Sólo para siempre..?

Vuelve, y verás cómo la eternidad se te pasa en un parpadeo.

Pero vuelve.