Este finde ha dado tanto de sí, que no sé ni por dónde empezar.
Podría intentarlo por el principio.
Comenzó con síes. Síes por aquí, síes por allá.. "¿Puedes venir a buscarme a casa para ir al gimnasio?" "Sí". "¿Quieres venir a una cita conmigo?" "Sí".
¿Quieres quedarte toda la vida aquí...? *Sin respuesta confirmada*
Quedó genial. No al nivel de HIMYM, pero claro, al fin y al cabo eso es una serie, con guionistas, efectos, y personal a tutiplén. Pero la exposición de Gantz, el karaoke de Moulin Rouge, la pelea piñatil, y el hechizo con "Faraway vol.2"... Todo, todo quedó clavado. La exposición le sorprendió, el karaoke le enamoró, la pelea le hizo gracia... Y en la oferta de la carta, me miró a los ojos y dijo "sí".
Fui a su casa con él, y resultó tan dulce... Ver, vídeos, reírse. Con él. Sin más.
Por la noche no podía mantener lo ojos abiertos. Así que "vimos" la película, y nos dormimos. Lo último que difusamente recuerdo son sus manos a mi alrededor, y un susurro que no llegué a entender. Y la sensación que me llenó es la que quiero que me acompañe todas las noches antes de cerrar los ojos.
Al despertarme me marché, y me vine a casa. Pasé el día haciendo malabares para pasar la noche con él, y al final el universo se puso un poco de mi parte. Y fui a su casa. Y estaba ta dulce..
"Me has tenido media hora esperando en la lluvia, te odio". "Pero nu me odies...".
Después vinieron los besos. Y las caricias. "Qué pasa, ¿estás cachonda?" "Sí, pero también muy moñas. Hoy no frungiría, hoy te haría el amor".
Y de repente ahí estaba su boca. Y no sé si alguna vez en estos dos años y pico me ha besado así. O me ha tocado así. Tan lento, tan dulce, pero tan fuerte, como si... Buscara sentirme, notarme... Quererme. Tan, tan dulce... Juro que nunca me había tocado así. Nunca me había hecho sentir así. Y luego en la cama... De verdad que yo.. No pude, ni siquiera evitar el par de lágrimas que cayeron sobre mis mejillas. Nunca. Tanto. Como le amé, ayer en aquella cama a cuadros naranjitas. Y cómo no pude evitar que pensar que él también lo hacía, volvía a hacerlo, empezaba a hacerlo... Si no, no me explico esas miradas.
Y encima no pudo evitarlo. Y me encantó.
Y después esas sonrisas... Esas caricias.. Esa complicidad. Esa telepatía.
A cenar a nuestro (probablemente) nuevo restaurante, con los palillos, por aquí, por allí, charlando, riendo.
"Ven a dormir a mi casa. Y mañana nos levantaaaamos, tarde, con un colacao. Y dormimos achuchaditos... Venga, venga, ven a mi casa a dormir".
Y decir que no a eso... Creo que es una de las cosas que más me ha costado nunca. Hasta que volvió a pedírmelo, y fue ésa la vez más difícil. Y la siguiente. Y la siguiente. Y más aún al morir de aquella manera de amor viendo cómo insistía e insistía.
Argüelles no estuvo mal. Buen rollito, y luego, se vino conmigo. Y no pude decir que no a ese colacao, aunque fueran las cuatro en vez de las doce, y luego tuviera que marcharme en vez de perderme en sus brazos.
Y luego, la vuelta a casa. Besos, y caperucitas verdes. "¿No va a haber despedida larga..? Jo". Y ese pucherito. Cómo le voy a decir yo que no.
La sensación de que su última sonrisa fue real. De que en el último beso quería otro. De que, sin saber muy bien qué había pasado, algo había cambiado. Eso fue lo que me llevé conmigo. Y este domingo no sabe a vacío o gris. Sabe a esperanza. Y ya casi había olvidado a qué sabe eso.
Vuelve..
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