viernes, 7 de noviembre de 2014

Día sesenta sin él.

Siempre creí que en algún momento fui capaz de confiar. Ahora no, pero de verdad pensaba que hubo algún periodo en el que realmente fui alguien capaz de dejarme caer esperando que otro alguien me cogiera.
Y entones es cuando caigo en la cuenta de que no. Que no, sin más. Y a lo mejor con algo de menos. Que la confianza es fea, y da asco, y yo no lo sabía. Que es como un animal moribundo empezando a pudrirse, a punto de saltarte a la garganta, y yo no tenía ni idea. Que duele, desgarra, y va haciendo que te exploten todos los vasos sanguíneos, simulando mini infartos a lo largo de todo tu cuerpo, y yo no era ni lejanamente consciente de todo esto.
Y si no conoces algo, es porque nunca lo has tenido. Y viceversa. Por eso le conozco. Y por eso no me conozco. Y me parece que no está bien eso de ser de tantas personas sin haber sido nunca mía. Y es una pena, porque seguro que nadie me hubiera querido como yo podría haberlo hecho.
Nunca habría imaginado que la confianza da asco. En serio. Te ves frente al espejo, apretando los puños, y todo lo que quieres es desaparecer, llevar a cabo un genocidio o un auto-homicidio, y a tomar por culo ya todo, que si la vida son dos días, ambos duelen, y el dolor es para valientes.
... Y yo siempre he sido una cobarde.
La confianza es horrible, y precisamente por haberla mirado a la cara, ahora sé que está conmigo. Sin avisar, se presentó la muy guarra, y ahí sigue apoltronada en el sofá. Esperándole. Y esperándome. Sabiendo que por mucho que le haga la cobra, soy suya desde hace días, desde que el miedo me engulló esa noche en la que se me olvidó hasta cómo respirar. Y mira que veo que me va a complicar la vida, pero es que los caracteres complicados son mi perdición.
Nunca pensé que llegaría así, haciéndome gritar. Pero ahora grito y me he dado cuenta de que no quiero parar. O que no sé, y sólo me engaño a mí misma, pero el caso es que me oyen hasta en Nueva Zelanda. Y quiero que me oigan(/s).
Se acabaron las ayudas para dormir, porque su voz resuena en mi cabeza; "con lo que yo te quiero...". Se acabaron las lágrimas, de diamante o carbón, se acabaron las peleas con una misma por ver un nuevo amanecer. Demasiado tiempo hace que soy de la zorra de la muerte, he encontrado a alguien que me mata más bonito.
La confianza es horrible. Y confío.
Confío en ti. 

Vuelve.



No hay comentarios:

Publicar un comentario