martes, 11 de noviembre de 2014

Día sesenta y cuatro sin él.

"¿Puedo ir a buscarte a guitarra?
Sí."
Un beso, con el pelirrojo de fondo. Un beso de esos que llegan al alma. Y más dentro aún.
Un viaje en metro puede dar para mucho. Para tanto que de repente haya una cocina, y colacao, y cereales de chocolate que saben a estar mucho, mucho más arriba que las nubes.
"¿Me das cuatro minutos cincuenta y dos segundos?
Sí.
Vale, ¡corre, a tu cuarto!"
Subir, a la azotea privada de nuestra historia, bañada en una luz anaranjada, como si saliese de nuestra piel, un par de piedras preciosas reflejando la chispa que desprendían las pupilas. Y el pelirrojo otra vez de fondo "maybe we found love just where er are". Y vueltas, y más vueltas. De frente, de espaldas, nariz con nariz, mejilla con mejilla, mano con cintura, sonrisa con sonrisa. Beso con boca... Y con ojos, y con frente, y con él. Con sabor a colacao.
Siempre con él.
Sus ojos con el último acorde... Decían mucho. O eso vi yo. O eso quise ver yo. Pero a estas alturas, lo dudo, ¿qué sentido tendría engañarse a una misma?
Vivir el día a día ha quedado obsoleto. Vivir segundo a segundo, roce a roce. Así es como pretendo pasar los días que me queden con él.
Después, el miedo, las dudas, la soledad... Amigos ya de toda la vida. Pero que a veces visitan la UVI. E incluso los paliativos. Pero el hecho de que aún sigan aquí dice mucho. Por desgracia.
Pero también hay otras cosas que dicen mucho más:
"-Es sólo un mes, después podré quedar y eso.
-¿Dices que podré llamarte un viernes y que quedes conmigo, sin más?
-Sí".
Cuánto síes en una sola tarde. Y cómo los adoro. 
No piensa olvidarme para darse a la vida de guitarrista de vicio... 
Sé que era infantil, pero el miedo estaba ahí.

Ahora sólo vuelve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario