Sé que no debería hacer esto- dejar de escribir regularmente y entregarme con desenfreno- pero ya sabéis, la vida.
El martes fui a buscarle a guitarra. Dulce. Suave. Feliz.
El miércoles le sorprendí con un traje de enfermera y poco más. Y él me sorprendió mandándolo todo a tomar por el culo por mi piel. En su piel. Con visitas extraviadas. Y después un poco de merienda. En su boca. Y de estar tan perdidos en su cama que parecía un mundo nuevo e inexplorado. Como nosotros. Porque redescubrirse es el término más amplio que se me ocurre, pero no le llega ni a los pies a donde estamos. Y luego la cena en el Tommy Meal's. Ese paseo tan tonto y tan listo, como aquellos tiempos en los que venía a buscarme de baloncesto, y eran los cinco minutos que pasaba cogida de su mano. Aquella noche fueron veinte. Y cinco después, de camino a casa. Y fue su mano la que llamó por radio patio a la mía. Y la mía me preguntó si podíamos pegarnos con superglue a aquellos callos que nos tocaban tan bonito.
El jueves se me cayó el mundo encima, y tenía pinta de aplastarme como a una hormiguita pequeña e insignificante. Pero porque no contaba con él. Y de ahí que me llegara el cuádruple de dentro cuando me salvó. "Tú lo que necesitas es un achuchón, y una peli". No sé si voy a poder resistirme a la idea de que cuento con él la próxima vez, pero es que por muy duro que pelee contra ella, me está poniendo las cosas muy difíciles... Lo cual no es sino todo lo que podría desear. Así que empezamos High school of the death, y decidimos que la veríamos juntos. Y me pidió que buscara la letra de nuestra canción, para empezar a componerla bien. Y ese interés... Pues bueno, decir que me dieron ganas de llorar es quedarse increíblemente corto.
El viernes brotaron del suelo un gimnasio y un plan. Los dos en una cita cuádruple con nosotros. Después del gimnasio, no quería que me fuera. Ducha en su casa, sus calzoncillos y una camiseta para ir en busca de los mangas 35 y 36. "-¿Has quedado esta noche? -Sí, ¿y qué? -Nada, que pensé que íbamos a ir por ahí. -Quedar con éstos significa a partir de las doce o la una. Quiero cenar contigo". Y medio a derretir al Vips de Gran Vía, con la guapa de Madrid a nuestros pies. y una sonrisa de flores en nuestros ojos. Risas, besos, abrazos. Y paseos de la mano mientras las luces de la ciudad nos brillaban en el pelo y en las pestañas. Una vez en su casa, mimitos y otro cap de HSOD. Y cuando me llevó a casa, su sonrisa era tan tenue, y tan de verdad...
El sábado fue un día horrible. Y de repente, su enfado me estallaba en las manos. Pero vio mi maquillaje extendido por toda la cara, y ya sólo era mi lugar seguro, sus brazos abiertos de par en par para mí. Sólo por mí y para mí. Y dios, juro que no pude quererle más de lo que lo hice en aquel momento. Después una de las grandes, Pulp Fiction, en sus brazos. Y ¡ups!, se nos coló un pey. Y una frase "nunca pensé que una chica tan sexy estaría fumándose un peta en mi ventana, ni que se quedaría a dormir después". Y más Pulp Fiction, entre sus brazos, sus besos y risas. Y a desayunar con cara de zombie. Y a dormir. Y a despertar de esa horrible pesadilla. "-¿Puedo achucharte? -Ven aquí, choncha." Y respirar, respirarle a más no poder, para ver si de una vez el aire entendía que iba en segundo lugar en mi lista de prioridades. Y despertarme, con él, sobre él, al lado suya. A su lado. Unos legins, su mano, la mía, un gofre, y al Rastro, que para algo es domingo. Andar para arriba, andar para abajo. Risas, besos... Alguna que otra mirada, que me hacía pensar sin poder yo evitarlo en absoluto que aquello era bueno, buenísimo, incluso mejor que lo mejor que ha habido... El principio. Más tarde a comer, a nuestro restaurante, el super japo, que ya ha desbancado definitivamente al Tommy Meal's. Y encima, en nuestra mesa. Guerras de palillos, historias imposibles, y a escoger lo más raro de la carta. Y yo, loca por sus locuras, sin saber muy bien dónde acabaríamos... Lo cual terminó siendo en el Otaku, en un intento por conseguir el manga 37, pero claro, un domingo a las cuatro menos cuarto de la tarde... Así que a casita, Casi dormiditos el uno encima del otro.
Y una vez en mi portal... Suave, como un río fluyendo. Pero imparable también. Las caricias, las sonrisas, los besitos de esquimal. Allí, conmigo, realmente.
Y me da igual un palabro que otro, porque realmente siento que está empezando a volver.
Termina de hacerlo.
Vuelve.
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