jueves, 13 de noviembre de 2014

Día sesenta y seis sin él.

Ayer estaba tan conmigo que parecía que había vuelto. Sin ni un pero, aunque con alguna pera. Increíble.
Hoy, no me contesta desde las diez de la mañana en ninguna parte. Y yo no quiero atosigar. O eso me digo a mí misma. Pero lo cierto es que no me queda mucho para explotar. ¿Tan ocupado está que ni cinco minutos? ¿En serio? ¿Putos cinco minutos en todo el día?
No sé ni a dónde agarrarme ya entre tanto bamboleo emocional. Unos días tanto que dentro, y otros tan poco que parece que estamos en universos paralelos, ni siquiera secantes.
Y de repente.. Aparece. Y te das cuenta de que lo único que te hace falta es la seguridad de que está ahí, que el miedo es el que hace todo esto. 
Y te sientes estúpida, pero estúpida de verdad. A rabiar. Pero ya no es rabia lo que te llena, aunque sí que le ahogarías un poco por el mal trago. Te llena un pequeño suspiro, que te da margen de respiración, al menos durante unos segundos.
Y la noche brilla un poco dentro de su oscuridad.
Y ya no da tanto miedo cerra los ojos.. Porque quieres volver a abrirlos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario