martes, 28 de octubre de 2014

Día cincuenta sin él.

Creo que éstos últimos días han sido los más convulsos desde hace... Unos pocos días, en realidad. No sé si esto de que mi vida se parezca tanto a un accidente de coche me gusta o no. El segundo en el que el coche da vueltas y vueltas sobre sí mismo se alarga indefinidamente, y aunque creas que vas a morir, no puedes evitar creer que te salvarás. 
Pero por ahora estás en ese segundo.
La noche del viernes fue risas. 
La noche del sábado fue la más larga de mi vida.
Recuerdo los sudores fríos, las lágrimas incontrolables, el agobio, el no poder respirar, el agujero, como un monstruo enorme, sobreponiéndose a mí, abalanzándose sobre cada parte de mi ser que por alguna razón desconocida, aún no eran suyas. Recuerdo los "por favor, que no lo haga", los "joder, que no lo haga", "los él no haría esto". Recuerdo que todo se volvió negro, pero que ni siquiera así el dolor se iba.
La mañana del domingo fue la más larga de mi vida.
Incertidumbre. Botes. Aquí. Allí. ¿Se fueron? ¿Se quedaron? ¿Qué pasó? ¿Ella consiguió lo que quería? ¿Físico? O aún peor... ¿Con un vínculo? Por favor, no...
Y de repente. Zas, en toda la boca.
Las dos y media de la tarde del domingo fue uno de los mejores momentos de mi vida. 
Nada. De nada. Una pequeña respiración. Y otra. La sangre volviendo a circular, el corazón volviendo a latir. Nada. Pequeñas gotitas de felicidad mejilla abajo en una carrera de luz.
La noche del domingo fue uno de los momentos más dulces de mi vida. 
Su risa, sus besos, sus caricias. Una mirada... Derretida en sus brazos. Deseando fundirme en aquel momento sin saber que aún quedaba lo mejor. Los roces tan dentro que amenazaban con arreglarte, la música... Joder, la música.  Carpetas enteras... Para mí. Todo eso no podía haber desaparecido. Joder, no puede haber desaparecido. Toda esa música... Todos esos sentimientos. No puede. Nuestra canción... Tan dulce, tan triste, tan... Nosotros. 
"¿La acabaremos?" " Sí, vale".
Y al día siguiente dulce, y Diseny, y Hércules diciéndome que llegaré... Y yo rezando a Zeus para que tenga razón.
Hoy... Silencio. Pero con el recuerdo de ayer. Y la promesa de mañana. Y sin críos suyos dentro. 

Pero con él, tan, tan jodidamente cosido a la piel...

Vuelve.

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