martes, 7 de octubre de 2014

Día treinta sin él.

Ayer hubiéramos hecho dos años, y en vez de eso quemamos un deseo. 

Hoy hace un mes que estoy sin él, y parecía que estaba más aquí de lo que lo había estado en mucho tiempo. Mucho antes de que empezara toda la debacle de muerte en vida. 

Tengo miedo de su deseo.  Miedo de que piense que el mío era algo distinto a él. Miedo a que el suyo fuera un yo lejos. 

No quiero volver a pasar otro seis sin desearle que sea feliz. Un seis sin un "feliz seis" no es sino un seis moribundo.
... Pero algo moribundo no tiene por qué morir.

Poner toda la carne en el asador. A muerte. O a vida. Los dos extremos de la apuesta que me estoy jugando.

Vuelve.

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