jueves, 16 de octubre de 2014

Día treinta y nueve sin él.

A veces se aparece una luz.
Trémula, titilante. 
Tan difusa que ni siquiera puedes afirmar que la hayas visto con total seguridad.
Pero durante unos segundos o unos instantes, parpadeó sobre tus labios.
Y joder, qué falta hacía, por mucho que a la mañana siguiente todo siga tan oscuro como la boca de un lobo.
Que abra un poco más, que me meto entera.
O tal vez no, tal vez crea y persiga la pequeña luz.

Salta y cierra los ojos.

Vuelve.

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