lunes, 13 de octubre de 2014

Día treinta y seis sin él.

El miedo me corroe, me controla, y no puedo ni respirar.
El vacío se ha instalado otra vez a la altura del esternón, y no hay nada capaz de hacerme ni siquiera un poco menos consciente de que me consume cada vez más y más. 
De verdad, que no puedo. Llevo toda la mañana aguantándome las ganas de llorar, y en un par de horas he ideado 61012 maneras de encontrarme con él, por casualidad o no. 
Y sabía que tendría que abortarlas a todas.
Como mis ganas de hablarle, de sentirle, de suplicarle que me cogiese de la mano y no me soltara, sin importar lo que pudiera llegar a suceder.
El vacío, otra vez...
Pensé que le había dado portazo.
Estos últimos días han estado inundados de luz, pero ahora mismo sólo soy capaz de intentar arañar jirones de oscuridad. 
Sácame de aquí.

Vuelve...

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